La resolución de los conflictos

Detrás de cada palabra se oculta una fuerza, un deseo de dominio, de ser seguido u obedecido, de convencer, de vencer, pero con argumentos: el grito que se escapa cuando las palabras no funcionan es la prueba de ello. El ser humano es un animal agresivo genérico que, no obstante, tiene la mayor, más compleja y elaborada forma de comunicarse: puede hablar. Tan violento como cualquier animal, el ser humano puede evitar serlo canalizando esa fuerza a través de las palabras.
Construir un argumento concreto, fuerte, indiscutible, racional es, por supuesto, más difícil que lograr que se nos obedezca por medio de una patada, pero es el reto que el ser humano que se ha hecho digno del lenguaje tiene frente a sí mismo.
La resolución de los conflictos por medio del diálogo busca impedir recurrir a actos de violencia que sometan al otro. Sin embargo, la realidad en el común de los casos, es que esas palabras solo aparecen cuando alguna de las dos partes ha sido ya sometida o diezmada por el uso de la fuerza.

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