La cultura: determinante del comportamiento

La cultura está definida como todo aquello que nos protege o que nos separa de nuestro estado de naturaleza. La cultura surge del ser humano y crea a su alrededor un campo artificial que progresivamente va sometiendo a lo natural o empujándolo fuera de su frontera. Dentro de la esfera de lo cultural, que el ser humano controla, éste se siente seguro. Sin embargo, la naturaleza impregna al ser humano, le recuerda constantemente de donde proviene, cuál es su origen y a donde tendrá que retornar irremediablemente.
No debemos olvidar, que la fuerza creativa que permite la obra de arte, o la disciplina que constituye el apoyo del ritual de limpieza, ejemplos que aquí hemos considerado como propios del nivel de la cultura, provienen de instintos naturales profundamente modificados, es decir, su origen está en la naturaleza del ser humano.
Cualquier logro cultural es el resultado de la renuncia a un instinto, o mejor, de la deformación de ese instinto en sus fines originales. El arte, el lenguaje, el orden, la fiesta, la escritura, la religión, los mitos, la política, etc., no son más que elaboraciones humanas y sólo humanas, de poderosos instintos que allí se ocultan. Es por eso que la razón humana, esa capacidad que hizo sentir tanto orgullo a los primeros hombres del Renacimiento y a todos los que se hicieron llamar “modernos”, no es únicamente el proceso mediante el cual llegamos a la verdad, sino por el contrario el proceso mediante el cual adornamos con argumentos poderosos un querer visceral, instintivo.

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