La diferencia étnica y el prejuicio

Las distintas latitudes de la tierra, nos ofrecen diversas especies de animales perfectamente adaptadas al clima en el cual se desarrollan. Como hemos visto antes la cultura y todas las complejas elaboraciones de todo lo propiamente humano, no nos arrancan totalmente de la naturaleza; tenemos necesidades básicas comunes como comer o dormir, pero también, como cualquier otro animal, presentamos en nuestro fenotipo, características determinadas por la adaptación a uno u otro clima. Nuestra piel tiene un amplio rango de color que permite distintos niveles de resistencia a los rayos solares cuya intensidad es a su vez distinta en diferentes lugares del mundo.
La historia de esas comunidades y las técnicas del ser humano para lograr enfrentar cualquier ambiente, ha dispersado esas comunidades por todo el globo, separando además a los individuos que las conforman. Por ello, en las nuevas condiciones que han tenido que enfrentar, en otros lugares y frente a sociedades autóctonas ya organizadas que comúnmente no les abren un espacio, los individuos recurren a un tipo de identidad distinto al que les da el haberse desarrollado en un lugar común: las costumbres o las afinidades culturales se convierten en esa identidad en la que ahora descansa la comunidad. Dichas costumbres y afinidades culturales se han dado precisamente por la convivencia en comunidad. De tal manera que no tenemos que buscar una especie de extraño llamado de la sangre que nos hala unos a otros para hacernos comunidad.
La lucha contra el prejuicio es, por lo dicho hasta ahora, una lucha que involucra al sujeto activo y también al pasivo, es decir, a quien lo proyecta y a quien lo sufre. Pero en esa lucha el papel de este último no se reduce a rechazar el prejuicio tal y como llega desde el otro, sino a no reproducirlo, a negar cualquier especie de determinismo de tipo racial o étnico. Los seres humanos no estamos condicionados en este sentido; las expresiones culturales son un producto exclusivo de nuestra creatividad y pueden ser producidas o reproducidas una y otra vez en diferentes condiciones o contextos; pueden ser creadas de cero, negadas, cambiadas o transformadas en condiciones diferentes. Un niño de origen holandés criado en una comunidad tribal en las selvas del Congo tendrá la misma capacidad para la percusión que un nativo de esa comunidad.
Ahora bien, aunque creer en esta especie de determinaciones de tipo racial o étnico, trae consigo una serie de comportamientos que oponen unos pueblos de la tierra contra otros, y que son por ello susceptibles de derivar en agresiones de tipo físico entre las comunidades, no por ello dejan de servir también a la vida. Existe una extraña tendencia en todo lo que existe a servir al mismo tiempo a la muerte y a la vida, el prejuicio racial no es la excepción. Quien cree firmemente en la identidad racial, en el destino común de una comunidad, en las afinidades de las vidas entre las personas de unas comunidades, logra un arraigo, se aferra con profundas raíces a una comunidad a la que ama. 

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